jueves, 26 de marzo de 2009

Free Tibet!

Hoy vamos a hablar de China y Tíbet. Como ya sabréis, hay dos corrientes de pensamiento principales sobre este tema. Para entendernos, las denominaremos opinión de hippy cultureta y de neocon sin corazón respectivamente. Meterse con el neocon es tan fácil, que ni nos vamos a molestar. Los que queráis informaros sobre pasatiempos del gobierno chino, como el bloqueo de páginas web, la tortura de disidentes o el tráfico de órganos, aquí tenéis por donde empezar.

Al hippy cultureta le encantan las camisetas con la cara del Dalai Lama y la bandera tibetana (bandera que por cierto debió diseñar un monje al que una mañana se le coló algo muy chungo en la infusión de hierbas), en particular cuando a la tele le da por sacar algún monje prendiéndose fuego. Si le preguntamos por qué rábanos da tanto el coñazo con todo esto (he de precisar que sólo haremos esto en el caso del hippy cultureta macho, si nos encontramos ante una hippy cultureta hembra procederemos a hablar de animación checa o similares), nos describirá la opresión vivida por el pueblo tibetano a manos de los chinos, nos hablará del Dalai Lama y de su exilio y si tenemos muy mala suerte igual hasta nos canta una canción de mecano.

Al escuchar estos sabios argumentos, mientras intentamos que el hedor de las rastas no nos haga vomitar el desayuno, podríamos pensar que antes de 1959 los ciudadanos de Tíbet eran libres como el sol cuando amanece. Y estaríamos en lo cierto, si ser libre significase vivir en un régimen feudal gobernado por sectas de monjes que no se alimentan del aire o de la meditación mística, sino de tu trabajo (esto si fuésemos ciudadanos de a pie, o como los llamaban los monjes, siervos/esclavos/putitas sin civilizar). Si queréis informaros un poco más sobre este paraíso terrenal, echad un vistazo a este artículo, en el que entre otras cosas se comenta como en lugar de ejecutar a los siervos que robaban ovejas o cometían algún otro tipo de crimen (el budismo prohíbe matar) se les amputaban extremidades o se les abría en canal para que se ocupase de ellos la voluntad divina.

Por si las tendencias democráticas de esta gente no van quedando suficientemente claras, queda por comentar el sistema de reencarnaciones. Básicamente es como si Esperanza Aguirre se fuese al pantano de San Juan y dijese "Vaya, acabo de tener una inspiración sobre quién va a ser el próximo presidente de la comunidad." y eligiese a un chaval al que iluminaría sobre cómo reventar la sanidad y la educación pública durante diez años. El problema es que Gallardón al enterarse, probablemente tendría un sueño revelador la noche siguiente y elegiría a otro candidato alternativo. El conflicto se resolvería a ostias. Esto solía ser el pan de cada día en el Tíbet, y todavía pasa de vez en cuando.

Un último ejemplo del buen rollo que había en el Tíbet pre-chino (en 1938 para ser exactos) es el caso de Lungshar, un gobernador de Lhasa al que tras la muerte del decimotercer Dalai Lama, se le ocurrió sugerir la instauración de una monarquía constitucional. Esto no les hizo mucha gracia a los demás monjes, que le respondieron que iba a ser que no y le sacaron los ojos (por aquello de no matarlo, que como ya hemos comentado en ambientes budistas no está demasiado bien visto).

El caso es que desde que los chinos les putean, los monjes se han aficionado a los derechos humanos que da gusto. Por ejemplo, han creado un gobierno democrático en el exilio (podríamos preguntar qué lógica o legitimidad tiene un gobierno en el exilio cuando ni siquiera piden la independencia, pero algo había que hacer con la pasta que les pasaba la CIA, supongo), aunque toda la atención mediática sigue concentrada en el Dalai Lama.

En cuanto a este último, realmente no hay mucho que objetar, más allá de que es relativamente fácil predicar el pacifismo universal cuando se carece de autoridad real. Eso sí, su buenrollismo de abuelo bondadoso para con todo y todos me escama bastante. Sobre el aborto o la homosexualidad, por ejemplo, dice que contradicen los preceptos del budismo, pero rápidamente matiza que en realidad tampoco es para tanto, que hay que ver cada caso, que si no se hace daño a los demás no pasa nada y que si eres californiano y le mandas una donación mensual entonces como si te follas fetos de tu mismo sexo de tres en tres... Ahora que lo pienso, me recuerda bastante a Juan Pablo II, y yo me temo que soy más de Ratzinger, que es de la misma calaña moral pero al menos no tiene inconveniente en admitir que se la suda que se mueran los negros.

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1 comentario:

Anónimo dijo...

Lo malo es que siempre pagan los de siempre, da igual el estado soberano que les toque soportar. Pero un dia te vienen los monjes shaolin a curtirte a ostias y al día siguiente te vienen los chinos con metralletas comentando que necesitas un nuevo ojete.

Me encantan los regimes del terror a los que no se les llama fascismos, sino que simplemente son la ley del mas fuerte; pura y dura.

Lo peor es que este tipo de cosas no solamente pasan en Tibet, que lo sabemos con toda la mierda propagandistica que le da el Dalai Lama. En Korea del Norte aun teniendo un boikot de información se sabe que mas de 3/4 partes del territorio son "campos de concentracion"; en Birmania que sus "leyes" morales y sociales bien pueden ser las de "1984" o en Tailandia donde al rey se le otorgan poderes divinos (ahora le apodan "El Grandioso") y por lo tanto capaz de decidir si eres digno de vivir o morir.

Esto si son diagolos y lo demas tonterias. Y si no te gusta... Al paredón!!