Supongo que mucho habréis leído ya este artículo. De un tiempo a esta parte la política española me produce un sentimiento de desazón bastante frustrante. Corrupción, conflictos de intereses e incompetencia por parte de la clase política hay en todos los países. Sin embargo, en muchos de ellos también hay un debate político relativamente constructivo y sobre todo hay mecanismos que permiten rendir cuentas hasta cierto punto a cada político individualmente. Un ejemplo es EEUU, donde el dinero tiene un papel bastante obsceno en las elecciones, pero donde los congresistas saben que si se pasan de la raya no volverán a ser elegidos en su circunscripción y además hay procesos de primarias de verdad y no las pantomimas patéticas que nos brinda el PSOE. Bien es cierto que la mayoría de la gente no hace caso más que de cuestiones con mucho impacto mediático y su congresista se la puede meter doblada bastante a menudo, pero al menos el mecanismo está ahí. Aquí en España tu congresista ya puede mearse en la cara de tu madre, que si la cúpula del partido así lo decide te lo vas a comer con patatas.
El artículo describe con tremenda lucidez esta especie de dictadura de la clase política que nos tiene cogidos por los huevos. No puedo resistir poner algunos extractos.
Desde hace ya tiempo, los cachorros de las juventudes de los diversos partidos políticos acceden a las listas electorales y a otras prebendas por el exclusivo mérito de fidelidad a las cúpulas. Este sistema ha terminado por convertir a los partidos en estancias cerradas llenas de gente en las que, a pesar de lo cargado de la atmósfera, nadie se atreve a abrir las ventanas. No pasa el aire, no fluyen las ideas, y casi nadie en la habitación tiene un conocimiento personal directo de la sociedad civil o de la economía real. La política y sus aledaños se han convertido en unmodus vivendi que alterna cargos oficiales con enchufes en empresas, fundaciones y organismos públicos y, también, con canonjías en empresas privadas reguladas que dependen del BOE para prosperar.
En ausencia de procedimientos establecidos para seleccionar plantillas, los políticos colocaron en las nuevas administraciones y organismos a deudos, familiares, nepotes y camaradas, lo que llevó a una estructura clientelar y politizada de las administraciones territoriales que era inimaginable cuando se diseñó la Constitución. A partir de una Administración hipertrofiada, la nueva clase política se había asegurado un sistema de captura de rentas -es decir un sistema que no crea riqueza nueva, sino que se apodera de la ya creada por otros- por cuyas alcantarillas circulaba la financiación de los partidos.
El Congreso de los Diputados no es solo el lugar donde se elaboran las leyes; es también la institución que debe exigir la rendición de cuentas. Esta función del Parlamento, esencial en cualquier democracia, ha desaparecido por completo de la vida política española desde hace muchos años. La quiebra de Bankia, escenificada en la pantomima grotesca de las comparecencias parlamentarias del pasado mes de julio, es sólo el último de una larga serie de casos que el Congreso de los Diputados ha decidido tratar como si fuesen catástrofes naturales, como un terremoto, por ejemplo, en el que aunque haya víctimas no hay responsables.
En España la clase política ha inflado la burbuja inmobiliaria por acción directa, no por omisión ni por olvido. Los planes urbanísticos se fraguan en complejas y opacas negociaciones de las que, además de nuevas construcciones, surgen la financiación de los partidos políticos y numerosas fortunas personales, tanto entre los recalificados como entre los recalificadores.
La clase política española, como élite extractiva, no puede tener un diagnóstico razonable de la crisis. Han sido sus mecanismos de captura de rentas los que la han provocado y eso, claro está, no lo pueden decir. Cierto, hay una crisis económica y financiera global, pero eso no explica seis millones de parados, un sistema financiero parcialmente quebrado y un sector público que no puede hacer frente a sus compromisos de pago. La clase política española tiene que defender, como está haciendo de manera unánime, que la crisis es un acto de Dios, algo que viene de fuera, imprevisible por naturaleza y ante lo cual sólo cabe la resignación.
La innovación y el emprendimiento languidecen en el marco de regulaciones disuasorias y fiscalidades punitivas sin que ningún partido se tome en serio la necesidad de cambiarlas. Y el gasto en investigación científica, concebido como suntuario de manera casi unánime, se ha recortado con especial saña sin que ni un solo político relevante haya protestado por un disparate que compromete más que ningún otro el futuro de los españoles.
hacen falta reformas en profundidad que, de momento, están inéditas. Se tiene que reducir drásticamente el sector público empresarial, esa zona gris entre la Administración y el sector privado, que, con sus muchos miles de empresas, organismos y fundaciones, constituye una de las principales fuentes de rentas capturadas por la clase política.
Deliberadamente, el Gobierno confunde reformas con recortes y subidas de impuestos y ofrece los segundos en vez de las primeras, con la esperanza de que la tempestad amaine por sí misma y, al final, no haya que cambiar nada esencial. Como eso no va a ocurrir, en algún momento la clase política española se tendrá que plantear el dilema de aplicar las reformas en serio o abandonar el euro.
La teoría de las élites extractivas predice que el interés particular tenderá a prevalecer sobre el interés general. Yo veo probable que en los dos partidos mayoritarios españoles crezca muy deprisa el sentimiento “pro peseta”. De hecho, ya hay en ambos partidos cabezas de fila visibles de esta corriente. La confusión inducida entre recortes y reformas tiene la consecuencia perversa de que la población no percibe las ventajas a largo plazo de las reformas y sí experimenta el dolor a corto plazo de los recortes que, invariablemente, se presentan como una imposición extranjera. De este modo se crea el caldo de cultivo necesario para, cuando las circunstancias sean propicias, presentar una salida del euro como una defensa de la soberanía nacional ante la agresión exterior que impone recortes insufribles al Estado de bienestar. También, por poner un ejemplo, los controladores aéreos presentaban la defensa de su interés particular como una defensa de la seguridad del tráfico aéreo. La situación actual recuerda mucho a lo ocurrido hace casi dos siglos cuando, en 1814, Fernando VII – El Deseado- aplastó la posibilidad de modernización de España surgida de la Constitución de 1812 mientras el pueblo español le jaleaba al grito de ¡vivan las “caenas”! Por supuesto que al Deseado actual –llámese Mariano, Alfredo u otra cosa- habría que jalearle incorporando la vigente sensibilidad autonómica, utilizando gritos del tipo ¡viva Gürtel! ¡vivan los ERE de Andalucía! ¡visca el Palau de la Música Catalana! Pero, en cualquier caso, las diferencias serían más de forma que de fondo.
La clase política española, como hemos visto en este artículo, es producto de varios factores entre los que destaca el sistema electoral proporcional, con listas cerradas y bloqueadas confeccionadas por las cúpulas de los partidos políticos. Este sistema da un poder inmenso a los dirigentes de los partidos y ha acabado produciendo una clase política disfuncional.
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Los sistemas mayoritarios producen cargos electos que responden ante sus electores, en vez de hacerlo de manera exclusiva ante sus dirigentes partidarios. Como consecuencia, las cúpulas de los partidos tienen menos poder que las que surgen de un sistema proporcional y la representatividad que dan de las urnas está menos mediatizada.
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En cualquier caso, el rasgo relevante de un sistema mayoritario es que el electorado tiene poder de decisión no solo sobre los partidos sino también sobre las personas que salen elegidas y eso, en España, es ahora una necesidad perentoria que compensa con creces los inconvenientes que el sistema pueda tener.
Amén. Lo único que francamente no sé cómo coño va a ser posible cambiar el sistema...
7 comentarios:
totalmente de acuerdo
yo tampoco sé cómo cojones se va a cambiar esto. No es un problema de ideologíaso inclinación política, esto es un problema de ética y responsabilidad por parte de la clase política y un problema de educación y exigencia por parte de la población, demasiado ocupada en hablar de concejalas que se masturban o de obras de arte torpedeadas (enorme, por otro lado).
vegas
Completamente de acuerdo, aunque lo de la peseta a mi no me parece tan mal, la ostia sera grande pero quizas volvamos a ser ligeramente competitivos a nivel de exportaciones y de turismo, lo que no es normal es que pretendamos funcionar como si tuviesemos la misma capacidad que la Europa civilizada. A los italianos con el euro les han jodido bastante el balance de exportaciones.
hijo de...
lo que sugieres básicamente es que bajemos los brazos y nos resignemos a ser una especie de república dominicana con una economía basada en playas y exportación de hortalizas (en frutas y putas, vaya). yo creo que sería una pena, dado el número de profesionales formados que tenemos. además, volver al euro sería dar todavía más poder a nuestra clase política. al menos en europa hay que rendir cuentas y ajustarse a las directivas europeas. se puede discutir sobre si es mejor o no salir del euro desde el punto de vista estrictamente económico y sería una discusión interesante, pero creo q desde el punto de vista político sería un desastre.
Yo si sugiero que nos resignemos, aqui en vietnam republica bananera por excelencia donde casi todas las exportaciones son frutos de la tierra, y un pelin de petroleo, con un poco de dinero se vive muy bien. A la mierda los grandes suenyos como pais ,seremos como cuba, exportaremos gente cualificada (pero con mas facilidad porque seguiremos siendo shengen) mientras espanya se convierte en un putiferio vacacional donde los que estemos fuera podamos volver por vacaciones y salir pasarlo bien, comer bien y todo por 1000000 neopesetas (el equivalente a cuatro de los anitguos euros).
ALRIGHT!!!!! No?
Hijo de...
Réplica al artículo:
http://www.eldiario.es/escolar/elites-alla-politica_6_46255375.html
Lester
Muy buen artículo también. Es cierto que en el otro se echa en falta alguna referencia a las grandes empresas y a los bancos. En cuanto a lo de la reforma electoral, coincido con Molinas en que es fundamental implantar un sistema en el que el político tenga que rendir cuentas individualmente y el que tenemos ahora desde luego no lo consigue ni por atisbo. Obviamente, lo que sugiere Escolar también suena de puta madre, aunque me da que al final ni lo uno ni lo otro: Eurovegas, recortes, salida del euro y a la mierda.
No me convence el articulo de escolar, puede que tenga razon en que otro tipo de reforma seria mejor, pero desde luego opino que los politicos tienen un 100% de culpa en el sentido de que ellos si tienen que rendir cuentas, que los banqueros se dediquen a jodernos es lo normal. Esto no es el pais de la piruleta.
Si alguien te pega un navajazo y el medico que te atiende te mata porque es un inutil, llevas al medico a los tribunales por negligencia, que del apunyalador se supone que se ocupa la ley. Pues de los estafadores banqueros se supone que tambien deberia ocuparse la ley, pero de los politicos nos tocara a la sociedad civil porque esta claro que no hay nigun mecanismo de autoregulacion.
Hijo de....
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