lunes, 31 de enero de 2011

Lo bueno del Creacionismo

Hay mucho que criticar en la política de EEUU, como la influencia de las grandes empresas, el populismo barato, la tolerancia con las armas, o Sarah Palin:


Sin embargo, hay algo que admiro y que echo mucho en falta en España. La conciencia de que tu barrio, tus calles, tu ciudad son tuyos y por tanto preocuparte de qué pasa con ellos es tanto tu derecho como tu responsabilidad. En Madrid si el ayuntamiento o la Comunidad toma una decisión delirante que nos toca los cojones, la aceptamos agachando la cabeza y ni se nos pasa por la cabeza escribir a Gallardón para cagarnos en su puta madre o ponernos a recoger firmas (algo que ocurre muy a menudo en Estados Unidos).

Todo esto se basa en la idea de que los políticos son todos iguales y total, cualquier otro haría lo mismo en su lugar.  Un matiz a este razonamiento es que cualquiera haría lo mismo si nadie le pidiese cuentas. Creo que el problema básico es que ni se nos pasa por la cabeza pedir cuentas. 

Lógicamente esto no es culpa individual de nadie. Una buena parte de la responsabilidad la tienen los medios de comunicación, que imponen una visión en blanco y negro de cualquier decisión política, de tal manera de que parece que por estar a favor de los matrimonio gays me tiene que parecer de puta madre la gestión de Zapatero. Al final, el debate sobre cualquier medida concreta se convierte en demagogia futbolera.

Además, el sistema político en sí ahoga cualquier iniciativa que no se integre en uno de los partidos mayoritarios. Esto lo agrava la estructura sectaria de dichos partidos. El PSOE al menos tiene primarias, pero nada que ver con las primarias de los republicanos o demócratas, donde realmente puede pasar cualquier cosa (si no, que se lo digan a Hillary Clinton).

Muchas veces me he alegrado de que en España sea impensable que se permitiera enseñar creacionismo por la presión de un colectivo de padres fundamentalistas. Ahora, sin embargo, preferiría que esto ocurriese, a cambio de vivir en una sociedad donde tuviéramos mecanismos reales y efectivos para influir en su gestión.

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