Pues bien, voy a comentar una forma de afrontar este dilema que he visto en un libro de Richard Dawkins ("the ancestor's tale" en concreto). La clave son los portentosos testículos que portan nuestros primos los chimpancés. En comparación con su masa corporal, los cojones de chimpancé son gigantescos. Sin embargo, las pelotas de los gorilas, que son mucho más corpulentos, son humillantemente pequeñas.
La explicación a esta diferencia está en las costumbres socio-sexuales de ambos primates. Por un lado, los chimpances se tiran todo el día follando todos con todos alegremente. Por otro, los gorilas macho se hacen con un harén en algún momento de sus vidas y desde entonces como alguien toque a alguna de sus putitas (los gorilas macho son bastante machistas) proceden a arrancarle la cabeza.
Ahora veamos la situación desde el punto de visto de los espermatozoides de chimpancé y de gorila respectivamente. Los primeros lo tienen bastante jodido porque tienen que competir con la semilla de los otros veinte machos que también se han zumbado a la misma hembra. Los segundos sin embargo pueden estar bastante seguros de que no van a tener mucha competencia externa. Por ello, evolutivamente, a los chimpancés les interesa tener unos huevos colosales que impulsen a sus pequeños, mientras que a los gorilas no.
La conclusión sería, por tanto, que el tamaño relativo de nuestras pelotas debería indicarnos si las hembras de nuestra especia son unas furcias o unas monjas. Pues bien, según Dawkins, comparando con otras especies el tamaño es medio, así que de media las tías no son ni unas putas ni unas mojigatas y las dos afirmaciones del principio pueden ser perfectamente válidas según el contexto.